Sin lugar a dudas la percepción del espacio peruano
era la de un cuerpo con distintos órganos y
miembros referidos a la variedad de geografías y de
recursos. no obstante dicho imaginario, la sociedad
y población virreinales eran entendidas también
como un organismo humano, en el que cada uno de
sus componentes cumplía una función de acuerdo
con una tarea asignada desde lo alto.
Por: Rafael Sánchez-Concha Barrios (Perú)
Doctor y docente universitario.
En los últimos meses, algunos políticos de los partidos de la izquierda radical del denominado “socialismo del siglo XXI”, han propuesto “refundar” la república peruana recurriendo, con un evidente discurso demagógico, a una multitud de anacronismos. Entre los nuevos planteamientos, existe el de convertir al Perú en un país federal. Por cierto, la idea no es original, pues a lo largo de nuestra historia como estado independiente se ha contemplado y discutido sobre esa posibilidad más de una vez. Es obvio, que los propósitos de los actuales defensores del federalismo, constituyen una coartada para facilitar la política de la “plurinacionalidad” en los que están alineados los países del Foro de Sao Paulo, que pretenden dividir, atomizar y “craquelar” el territorio en gobernaciones semiautónomas de orden personalista e ideologizado.
Quienes se inclinan por el federalismo recurren a un ejemplo históricamente erróneo, como es el caso de los Estados Unidos de América, con el argumento de su éxito como potencia planetaria. La república estadounidense es hija de las Trece Colonias, que durante los siglos XVII y XVIII gozaron de autonomía, y ejercieron el autogobierno. Con posterioridad al proceso de independencia, y con la redacción de la Constitución de 1787, las antiguas jurisdicciones coloniales se convirtieron en Estados, y mantuvieron algunas figuras jurídicas y políticas, anteriores a su emancipación de Inglaterra, pero en concordia y armonía con un gobierno unitario. Esta historia difiere mucho de lo que sucedió en el Perú.
Sin ánimo de alejarnos de la realidad histórica, la unidad existe previamente a la conquista castellana. Los incas se impusieron y dominaron a una multitud de etnias: collaguas, cañaris, chachapoyas, lucanas, conchucos, yarovilcas, tallanes, pacajes, chimúes, etc., organizadas en curacazgos o en Estados regionales, y conformaron una primera gran unión a la que se denominó “imperio del Tahuantinsuyo”, y que cubrió una importante extensión del espacio andino sudamericano. A este sistema político prehispánico habría que añadirle el basamento cultural de la “cotradición”, vale decir, un conjunto de elementos culturales similares de los pueblos conquistados por el incario, que a pesar de sus propias diferencias también proyectaban imagen de unidad y complementariedad.
Sobre el territorio de los Cuatro Suyos se levantó, en 1542, diez años después del suceso de Cajamarca, el reino del Perú o virreinato del Perú, una entidad política unitaria, que formó parte del imperio ibérico de los Habsburgo, y posteriormente de los Borbones. Desde una perspectiva territorial, el vice reino peruano era entendido como una unidad organicista. Valga como ejemplo la observación del cronista mestizo Garcilaso de la Vega, que en sus Comentarios reales de 1613, afirmaba: “(…) porque todo el Perú es largo y angosto como un cuerpo humano (…)”, y las reflexiones de fray Antonio de Lorea, de 1679, en torno del centro del poder: “Lima, como cabeza de aquel reino, y corazón de aquél cuerpo (el Perú)”.
Sin lugar a dudas la percepción del espacio peruano era la de un cuerpo con distintos órganos y miembros referidos a la variedad de geografías y de recursos. No obstante dicho imaginario, la sociedad y población virreinales eran entendidas también como un organismo humano, en el que cada uno de sus componentes cumplía una función de acuerdo con una tarea asignada desde lo alto. Este incluía varios cuerpos, que se complementaban mutuamente, como las frecuentemente mencionadas: “república de indios” y “república de españoles”, además de otros corpúsculos como los cabildos civil y catedralicio, los gremios, los familiares de la Inquisición, y por supuesto una multitud de cofradías, para no abundar en ejemplos. Es importante destacar que era una sociedad con vocación ultraterrena, y en el que el catolicismo cumplía una función integradora.
La representación mental organicista y corporativista de los siglos del régimen hispánico apuntaron a la unidad frente a la diversidad del mundo social, y de los tipos humanos. Así lo vio el propio José Gabriel Túpac Amaru en medio de la rebelión que dio inicio a la independencia. En su edicto de Chichas, de diciembre de 1780, llama a la conformación de un “cuerpo de nación” e invita a su movimiento a todos los componentes de la sociedad, para: “(…) que vivamos como hermanos, y (…) para el amparo, protección y conservación de los españoles criollos, de los mestizos, zambos e indios, y su tranquilidad, por ser todos paisanos y compatriotas, como nacidos en nuestras tierras, y de un mismo origen de los naturales, y haber padecido todos igualmente dichas opresiones y tiranías de los europeos (sic)”.
Entre los nuevos planteamientos, existe el de convertir al Perú en un país federal. Por cierto, la idea no es original, pues a lo largo de nuestra historia como estado independiente se ha contemplado y discutido sobre esa posibilidad más de una vez”.
A pesar de la emancipación, se dejó notar la persistencia de la concepción unitaria de nuestro país. No en vano, los constituyentes que redactaron la Constitución de 1823, concluyeron en su artículo primero (del primer capítulo), que: “Todas las provincias del Perú, reunidas en un solo cuerpo forman la nación peruana”.
De otro lado, consolidada la libertad frente a la España borbónica apareció un conjunto de caudillos que dio inicio a guerras intestinas para alcanzar el poder. Éstos procedían y representaban a sus regiones de origen: Salaverry a Lima, Orbegoso a la costa norte, Pedro Pablo Bermúdez al centro, Gamarra al Cuzco, Castilla y Nieto al espacio de la diócesis de Arequipa. Más allá de sus oriundeces y de sus intereses personales, todos ellos apuntaron a mantener la unidad del Perú sostenidos en la idea de “patria”, es decir, la tierra de nuestros padres, entendidos como ancestros.
En conclusión, la tradición unitaria del Perú es un fenómeno histórico con sólidas raíces históricas: unidad prehispánica con el imperio del Tahuantinsuyo, unidad con el virreinato y unidad en el nacimiento de la república. Proponer federalizar al país responde a un desconocimiento del pasado nacional, o a un proyecto que oculta un oscuro propósito.