La República hacia la segunda independencia

Veamos el caso de latinoamérica, e incluso de Estados
Unidos y España, donde gobiernos dulcemente llamados
de “izquierda” dominan y pretender seguir dominando
mediante la manipulación verbal y la apertura al
resentimiento social (contra los ricos), el populismo y
el paternalismo estatal. y que además tienen una agenda
globalista que incluye a la mayoría de naciones; en la
imperante crisis social, buscan cómo asaltar el poder y
convertirse en nuevas aristocracias políticas.

 

Por: Ariel Montoya (Nicaragua)
Periodista y poeta. Columnista Internacional, fundador del Foro Anticomunista de Miami. Vive exiliado en Estados Unidos.

 

Más que ambigüedades, contradicciones verbales, tergiversaciones históricas o ciertos procesos administrativos de gobierno o Estado, desde la Roma clásica hasta nuestros días, la república, es la institución jurídico administrativa mediante la cual unos cuantos electos representan (en teoría) los intereses de la mayoría. Esta concepción ha sufrido una embestida confiscatoria del comunismo y del marxismo cultural en beneficio de dicho sistema totalitario, al extremo de desfigurar y corromperla y llevarla a la manipulación y la desfiguración bajo los pilares éticos por los que fue creada. Ha sido desmantelada de sus principios y postulados por dictaduras y regímenes de la mala derecha, y valorada y enriquecida por algunas escasas naciones, en aras de que el mundo entero aspire a una segunda independencia. Desde la vieja Europa, África, Asia, Oceania y América corresponde al mundo actual liberarse del comunismo y su esclavitud reinante. Aunque desde los albores de la humanidad ha habido un reclamo social que, al día de hoy, ningún sistema ha podido cumplir; tampoco la república.

Esta erosión del término, y las variantes con las cuales a través de la historia se han sucedido, han hecho de la república un concepto que va más allá del identitario geográfico de una nación, para convertirlo en un vasto universo de complejidades políticas e ideológicas. En este concepto convergen diferentes sistemas de gobierno, en los que estadistas, dictadores y tiranos acuerpan sus agendas bajo el peso de grandes nacionalismos cobijados por el espíritu solemne de la patria, la bandera. Y también el supuesto sentido de la honra nacional, bajo la cual la ciudadanía se emancipa cuando intereses foráneos la amenazan.

 

Es una realidad fehaciente que la democracia como sistema de gobierno es reciente, apenas supera los dos últimos siglos. De ahí que no estemos totalmente preparados ni para defenderla ni para vivir o elegir, en elecciones libres y para votar por ella. Y a pesar de las imperfecciones de sus simientes, ha demostrado ser el mejor sistema político para el desarrollo de los pueblos. República y democracia, he ahí los grandes retos de la humanidad para seguir aspirando a gozar cívicamente.

Tratando de evaluar las perspectivas del concepto de “república” en nuestro mundo actual, más que repasar la historia lineal y conceptualmente, es importante reorientar el debate hacia una nueva etapa de la agenda política, retomando la esencia de los valores clásicos por los que fue creada la vida pública administrativa, como modelo único para enrumbar a la sociedad hacia sistemas de vida con más oportunidades.

Partiendo del hecho de que antivalores como la corrupción no son producto de épocas sociales ni de articulacio nes típicas de los tiempos y las modas, sino de la conciencia humana y sus deformaciones y sed de poder, es posible viabilizar un mundo mejor desde los propios conceptos ya existentes de la res publica.

Ya es común tipificar la gama de palabras y expresiones secuestradas por el marxismo cultural y el comunismo: entre ellas que destaca la palabra “revolución” como sinónimo de cambio, de transformación social, pero que en la práctica fue mutilada y abortada por el tenebroso sistema comunista. A este sistema no se le combate como él lo hace contra el capitalismo y el sistema democratico libre, y trata de llegar a dominar y controlar al mundo entero desde sus múltiples tentáculos de poder y de avanzada.

Veamos el caso de Latinoamérica, e incluso de Estados Unidos y España, donde gobiernos dulcemente   llamados de “izquierda” dominan y pretenden seguir dominando mediante la manipulación verbal  y la apertura al resentimiento social (contra los ricos) el populismo y el paternalismo estatal. Y que además tienen una agenda globalista que incluye a la mayoría de naciones; en la imperante crisis social, buscan cómo asaltar el poder y convertirse en nuevas aristocracias políticas, en detrimento de la ciudadanía desmejorada y oprimida. Como Colombia con Gustavo Petro, que  es el último de los ejemplos, Lula Da Silva será el siguiente en Brasil. Y ya anclados en nuestro trópico, la revolución cubana, cuyo sistema prevalece ante la miseria de todo un pueblo por más de 63 años, seguida de los esperpentos políticos de Nicaragua, Venezuela, Bolivia, Perú, Chile, Honduras y otros más al acecho. 

Hay un poema de Mario Cajina-Vega, nicaragüense, gran poeta y editor ya fallecido, llamado “Cartel” en el que el autor describe a la revolución  como la buena nueva para una vida feliz, domésticamente fraterna y preñada de auras y porvenires felices para el hombre y su entorno. A pesar de su filiación conservadora fue, como tantos poetas e intelectuales de todos los confines del planeta, otro más que mordió el anzuelo de las falsas promesas redentoras del sistema comunista, pues ambas palabras, revolución y comunismo, fueron taxativamente usadas por dicho sistema como propias.

“Es una realidad fehaciente que la democracia como sistema de gobierno es reciente, apenas ronda los tres últimos siglos. De ahí que no estemos totalmente preparados ni para defenderla ni para vivir o elegir, en elecciones libres y para votar por ella”

En unos versos de su poema dice que la revolución, o sea, ese sistema que ya venía imponiéndose desde los tiempos del castrismo en 1959, “...es la comida / es una mesa servida con su  pichel de agua /  y el tenedor y el cuchillo / sobre el mantel a cuadros /  teniendo además otro cubierto listo /  por si acaso se aparece una visita... /  la revolución es el hombre /  es el amigo que no piensa lo mismo /  y vota en contra y sigue siendo el mismo amigo... / la revolución es el indio / la revolución es un libro y un hombre libre...”. Un hermoso poema que debió llamarse “La República”, pues es bajo esa estructura de mando político institucional que sí se pueden lograr los sueños de tantos poetas y tantas almas nobles que siempre han deseado un mundo mejor y más preciado para todos.

Son estos tiempos, pues, viables y oportunos ante tantas amenazas totalitarias para propiciar la gestación de nuevas repúblicas, creadas por reformas que al perfeccionar el sistema jurídico, induzcan al hombre y a la mujer contemporánea a retomar el viejo concepto de que la política debe ser asumida como un apostolado en bien del prójimo, de su vida y su entorno. Y eso solo puede darse con gobiernos donde impere el bien común para todos. Y eso solo puede darse si existe como tal, como para lo que es y como lo que fue creada, ahora desde la perspectiva de una segunda independencia: la República.