Es por ello que nuestra joven historia debe ser
releída a la luz de la voluntad clara de comprender
y descubrir los fundamentos reales de nuestro
proceso de construcción republicana. Es un
proceso inacabado, en plena formación, y debemos
entender que la realidad que se abre paso a cada
instante obliga a acortar la rienda del ensueño y
proponer acciones aplicables y de estricto realismo.
Por: Cecilia Bákula (Perú)
Historiadora, investigadora y representante permanente del Perú ante la UNESCO
Dentro de la esfera americana y la referida a los años fundacionales de nuestros jóvenes Estados, tenemos la tendencia a pensar que solo el pensamiento republicano estuvo en la mente de quienes lideraron más visiblemente la acción política. Es casi un lugar común asignar a esos líderes militares una voluntad republicana liberal, sin observar que, más bien, se produce en ellos un proceso de maduración de ideas que se va ajustando a las vivencias personales y a la situación objetiva de obtener y consolidar la libertad que se iba logrando militarmente y asentando desde diversos puntos de vista.
El deseo de libertad, de ruptura y separación de España nunca menguó, pero si fue variando la manera como se iba estructurando el sueño de conformación del aparato administrativo; es decir, de la forma de Estado que hiciera posible que esa libertad, conseguida con sangre, fuera duradera y firme. Serán las desilusiones y las derrotas las que se convertirán en una catapulta de energía y vigor para llevar adelante una auténtica hazaña que, pensada en términos de nuestro territorio y en la casi carente estructura social, hacían muy difícil la tarea titánica de proponer y lograr consenso respecto a una única forma de gobierno que, cualquiera que fuera, encontraría detractores e imposibilidades reales de ser aplicada en esos momentos aurorales.
Si bien reconocemos la hazaña militar de San Martín y cómo la ilusión republicana dio paso a una propuesta de corte monárquico, no se puede desmerecer que en los pocos años que Bolívar estuvo en el Perú la historia de nuestra patria estuviera orientada hacia los intereses de establecer – aunque precariamente– un sistema de gobierno republicano, del todo marginado de los intereses de la metrópoli española. No obstante ese gobierno republicano, poco a poco, se fue orientando hacia la búsqueda de un sistema propio, americano, continental, sui generis. Y para ello Bolívar concibió la convocatoria al Congreso Anfictiónico de Panamá, donde pretendía consolidar su sueño panamericano, porque quizá comprendió que las repúblicas aisladas e independientes que él mismo había independizado, o ayudado a declarar y afianzar su independencia, no poseían aún las herramientas que les permitieran hacer sólidas esas esperanzas. Es decir, que el sueño republicano nunca dejó de tenerse en cuenta ni en la mira como objetivo. La responsabilidad era encontrar la forma realista de hacerlo posible en el tiempo.
“No obstante ese gobierno republicano, poco a poco, se fue orientando hacia la búsqueda de un sistema propio, americano, continental, sui generis. Y para ello Bolívar concibió la convocatoria al Congreso Anfictiónico de Panamá”.
Sin hacer mayor análisis de los hechos que se vivieron en tan pocos años, los enfrentamientos militares y las diferencias de intereses, deseo que la reflexión se pueda orientar a comprender que el sistema de gobierno que se trató de proponer fue la consecuencia de un largo proceso de análisis político. En el pensamiento y la estrategia de Bolívar hubo un lento madurar de ideas, fruto de las experiencias vividas, del mejor conocimiento de los pueblos y, por qué no, de la desazón que le iba causando comprobar lo difícil que era establecer un sistema puramente democrático y participativo, como habría sido su sueño juvenil. Un sueño forjado en su propio proceso de educación y formación personal, altamente influenciado por el pensamiento ilustrado de su tiempo. Pero el deseo de libertad y el sueño de la independencia no dejó de estar presente en el anhelo ni del militar ni del político ni del gobernante.
A nuestro criterio, tanto la abundante correspondencia privada como la oficial que se ha conservado respecto a Bolívar dan muestra del carácter de este personaje. Sin embargo, él plasmará sus ideales y puntos de vista respecto al destino de sus propios sueños y acciones respecto a América en tres documentos sustantivos que, es necesario mencionar. Nos referimos al Manifiesto de Cartagena de 1812, la Carta de Jamaica de 1815 y el Discurso ante el Congreso de Angostura de 1819. Los tres documentos señalados nos acercan de manera más real a esa propuesta ideológica novedosa y que, por genial, se va adecuando y se modifica conforme evoluciona la propia persona en las circunstancias y experiencias que vive. Además van recogiendo el análisis de las circunstancias, el conocimiento de los pueblos, la viabilidad de la instauración de un sistema plenamente republicano y democrático y, quizá, la certeza de que la madurez política no era, por entonces, una realidad con la que nuestros pueblos podían contar para afianzar esa libertad por la que América había luchado.
No cabe duda que el Discurso ante el Congreso de Angostura fue escrito ante la frustración y vergüenza, que le acompañaría toda la vida, por la caída de Puerto Cabello, que no pudo ser mantenido como un refugio de la libertad. Eso demostró que el sentimiento de libertad y de república era sumamente débil y que no habían cuajado aún las ideas necesarias para definir si se debía optar por el sistema unitario o el federativo. No obstante, Simón Bolívar insistirá en que el sistema republicano parlamentarista es siempre el mejor y que nada garantiza mejor la gobernabilidad que la irrestricta separación de poderes.
Tomándome una licencia, podría señalar que, con la distancia del tiempo y de la geografía, esas explicaciones se encontrarán también más adelante en otras circunstancias. Y en el Perú, muchas de ellas estarán presentes al momento de definir y construir –o pretender hacerlo– una sólida estructura política y jurídica para nuestro naciente Estado. Como si esa realidad de ambigüedad no nos hubiera abandonado aún.
Es por ello que nuestra joven historia debe ser releída a la luz de la voluntad clara de comprender y descubrir los fundamentos reales de nuestro proceso de construcción republicana. Es un proceso inacabado, en plena formación, y debemos entender que la realidad que se abre paso a cada instante obliga a acortar la rienda del ensueño y proponer acciones aplicables y de estricto realismo. Cruda es esa realidad y, a nuestro criterio, la genialidad política radica no en mantener una postura monolítica, sino en ser capaz de revisar las ideas primigenias y proponer soluciones, más que meros ideales.