CARLOS ADRIANZÉN DESCRIBE EL PROLONGADO
SUEÑO EN EL QUE PARECE HABERSE
SUMERGIDO AMÉRICA LATINA CON RESPECTO
AL DESARROLLO, FRENTE OTRAS REGIONES DEL
PLANETA QUE CRECEN A TASAS SUPERIORES.
EL AUTOR SEÑALA QUE LA CAUSA DEL
ESTANCAMIENTO EN ECONOMÍA E INDICADORES
SOCIALES TIENE QUE VER CON LA INFLUENCIA
DE LAS RECETAS MARXISTAS Y COLECTIVISTAS EN
LAS ÉLITES LATINOAMERICANAS. LAS CIFRAS QUE
PRESENTA PARECEN CONFIRMAR LA TESIS.
Por: Carlos M. Adrianzén Cabrera
Es Doctor en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad Politécnica de Cataluña y tiene un Magíster en Economía por la Universidad de Boston y Magíster en Administración por la Universidad de Quebec. Actualmente es Decano de la Facultad de Economía de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas.
Hoy Latinoamérica enfrenta la posibilidad del regreso de recetas económicas fracasadas. El Fondo Monetario Internacional (FMI), abandonando su conocida diplomacia, señala que Latinoamérica retrocede y puede ser definida como la región de las oportunidades perdidas (ver Recovery in Latin America and the Caribbean Has Lost Momentum -2018). La causa del retroceso latinoamericano: el marxismo vuelve a ser, una vez más, predominante entre sus élites.
Sobre el marxismo se han escrito rumas de papeles, pero de toda esta vaguedad merece resaltarse la discrecionalidad del Estado, la falta de respeto y la arbitrariedad frente a la propiedad privada y la libertad económica. Algo así como una extensión ocurrente de Proudhon y otros socialistas. Como cualquier régimen liberal de izquierda la característica dominante es el control burocrático… perdón, la propiedad pública de los medios de producción, distribución e intercambio. Es decir, un régimen donde el Estado controla todos los recursos y medios de producción, dizque para garantizar la igualdad.
Es extremadamente complicado seguir explicando una teoría económica que no aporta casi nada a los estudios de economía. A pesar de ello, recordaré que la visión política marxista implica asumir el criterio de que, bajo el capitalismo, la clase obrera solo posee su capacidad de trabajo, la posibilidad de vender su trabajo. Según la teoría marxista, el obrero está enajenado porque no tiene control sobre la mano de obra o el producto que produce.
Para los creyentes y activistas socialistas, el marxismo sería algo así como un método de autoemancipación, porque las relaciones sociales libres son denunciadas con la etiqueta de la “dominación capital-trabajo”. Tal como nos hizo notar ácidamente Milton Friedman las recetas marxistas tienen un historial de fracaso económico tan evidente y global que solo un intelectual acomodado, sin pasión para desvelar la realidad, podría ignorar. Esta situación es evidente en América Latina. Sin embargo el intelectual o político calificado como marxista es rechazado y aislado. Por este motivo, para no ser repudiados, se autodenominan bolivarianos, ambientalistas, progresistas, justicialistas, liberales y hasta lo que resulta algo patético: libertarios. De otro lado, no se debe subestimar su capacidad para desarrollar estrategias para la toma del poder. Tienen viabilidad porque es fácil exacerbar el pesar por el bien ajeno. Vender salidas mágicas vía controles o subsidios masivos al estilo Chávez o Morales.
Pero regresemos al lado económico del problema. Un sistema marxista está condenado al fracaso económico. Puede aparentar cierta viabilidad en sociedades que han alcanzado el desarrollo, pero no existe un solo caso de una emergente que salió de la pobreza aplicando un ideario marxista. De hecho, resulta imposible que los burócratas realicen un cálculo económico óptimo. Cuando la burocracia no respeta los derechos de propiedad y libertades de la gente, el desastre económico es inminente. Cuando los funcionarios estatales tienen que planificar qué y cómo se produce aparece el atraso, la pobreza y la explotación socialista. Pero esto no es lo peor. Lo peor del marxismo implica su sesgo totalitario desde la burocracia. Y parafraseando al brillante economista norteamericano Thomas Sowell, tanto los derechos de libertad de expresión como los de propiedad pertenecen legalmente a las personas… pero su función real es social: benefician a un gran número de ciudadanos que no ejercen estos derechos.
En América Latina, debajo del Río Grande, las corrientes marxistas y estatistas tienen un aliado: la educación pública que inculca la idea de que somos ricos. Se desarrollan relatos acerca de que los poderosos capitalistas nos roban nuestra riqueza. Y solo un “gobierno justiciero”, de corte marxista y totalitario –léase un dictador o algo muy parecido– podría corregirlo todo. ¿Como? Expropiando propiedades y asignando impuestos y subsidios bajo criterios socialistas. Sin embargo en la realidad somos pobres y el control y el dirigismo solamente distribuye pobreza.
En este tipo de regímenes –como en el velascato peruano, por ejemplo– se procede gradualmente con la cancelación de las libertades y, en este ambiente, el marxismo latinoamericano contrae nupcias con el mercantilismo. La popular y conocida alianza entre mercaderes y burócratas. Así nace ese poco estudiado factor clave del subdesarrollo latinoamericano: la fusión del marxismo con el mercantilismo. Un fenómeno que se podría definir como el socialismo-mercantilista-latinoamericano (en adelante SML). Algunos lo bautizan como populismo. Pero aquí también abundan las definiciones superpuestas. Por ello cuando hablemos de populismo en Latinoamérica es útil referirse a la definición de Edwards y Dornbusch (1989).
“Así nace ese poco estudiado factor clave del subdesarrollo latinoamericano: la fusión del marxismo con el mercantilismo. Un fenómeno que se podría definir como el socialismo-mercantilista-latinoamericano.”
Para los señalados autores, el populismo latinoamericano –enfocado macroeconómicamente– busca la popularidad vía el crecimiento y la redistribución, pero ignorando los riesgos inflacionarios, las restricciones fiscales y externas, y la reacción de los agentes económicos ante políticas controlistas. De esta manera, muchos gobiernos etiquetados como de derecha populista por marxistas locales –algunos conscientes, otros inconscientes de su sesgo ideológico– en realidad configuran gobiernos mucho más cercanos al marxismo. Es sabido que luego de la fiesta estas administraciones terminan en bancarrota electoral.
De allí que la mayoría de gobiernos latinoamericanos etiquetados de izquierda, centro o derecha, en los hechos, desprecian la libertad política y económica y relativizan los derechos de propiedad. Se diferencian por retórica e intensidad con que aplican las recetas marxistas-mercantilistas. Castro en Cuba, Velasco en el Perú y Chávez en Venezuela, inicialmente, no se declararon capitalista ni comunistas. Todos desarrollaron procesos económicos con marcadas similitudes.
De hecho, hoy resulta difícil entender el declive de Latinoamérica sin la predominancia de esta teoría económica. A partir de la segunda mitad del siglo pasado, en la mayor parte de los gobiernos de la región, se consolida gradualmente la influencia del marxismo o el SML. Pero este proceso todavía no nos ha llevado hacia estándares subsaharianos. En la mayor parte de las sociedades latinoamericanas todavía hay reacciones constructivas. El electorado ha reaccionado frente a las fórmulas estatistas. En el Perú, por ejemplo, la Constitución Política de 1979 fue reemplazada por la Constitución Política 1993, de corte desregulador.
Pero nuestros marxistas latinoamericanos van por más. En el caso de naciones como Venezuela o antes en Bolivia –y dejando atrás el estilo guerrillero de la revolución cubana– ha existido un aprendizaje. Ahora consideran que la base de la consolidación de un régimen marxista o SML requiere alterar drásticamente alterar el orden legal desde dentro del propio sistema constitucional.
Los resultados institucionales, económicos y sociales son catastróficos para la región. Los venezolanos, por ejemplo, pasaron de tener el 71% del producto por habitante de un estadounidense a la crisis humanitaria de hoy.
Sí, a pesar de marchas y contramarchas en la últimas seis décadas, esta vez el marxismo latinoamericano ha avanzado mucho más de lo que usualmente se acepta. A pesar de sus permanentes fracasos electorales, sus avances se reflejan en la contracción de las inversiones y el comercio, la gradual destrucción de las libertades políticas, y la infiltración ideológica en sus reglas y en sus burocracias.
El avance de las corrientes marxistas se produce en medio del alineamiento fiscal de los medios de comunicación y el avance de ejércitos de ONG, con millonarios financiamientos. El avance se produce en nombre de los géneros, la multiculturalidad, el cuidado del medio ambiente, lo criterios de nutrición saludable, etc.
Las cifras y las variables del “vamos por más”
A continuación, nos interesa exponer a la discusión las cifras del último retorno del marxismo Latinoamericano. Para ello analizaremos el caso de seis economías emblemáticas de América Latina desde 1995. Es importante destacar que desde 1960 a la fecha estas seis economías no solamente explican cuatro quintos del PBI regional, sino que Argentina, Brasil, Chile, México, Perú y Venezuela representan verdaderos laboratorios de la realidad latinoamericana. Por un lado, Venezuela y Argentina son dos casos paradigmáticos globales de retroceso económico reciente. De otro lado, Brasil y México son ejemplos de estancamiento o de las potencias económicas que nunca llegaron a serlo. Y finalmente, Chile y Perú, representan los más cercanos ejemplos de milagro económico que ha registrado la región en las últimas siete décadas.
Bajo esta perspectiva analizaremos seis hechos interconectados para responder a la siguiente pregunta: ¿Cuál ha sido el impacto –en progreso– de este último regreso del marxismo en versión SML? En el primer gráfico de la secuencia (la figura Uno) se describe el ritmo de crecimiento real –promedio anual por habitante– de los seis países en el periodo 2015-2018.
Es evidente que estamos ante un cuadro deprimente para una región que participa a grosso modo del 7% del producto global en la última década: Argentina y Brasil en persistente recesión; Chile, Perú y México con estancamiento recurrente; y –basados en las estimaciones disponibles– un colapso económico sin precedentes en la Venezuela de Chávez y Maduro. Nótese, que las cifras presentan una región en la que virtualmente la mayoría de ciudadanos cree que es muy rica. Vale la pena recordar aquí que –estrictamente hablando– el país más rico y con mayor cercanía al desarrollo económico es Chile, con apenas el 28% del producto por persona de un estadounidense en el último quinquenio.

Tratándose de un promedio de cuatro años consecutivos y dado el panorama global prevaleciente, no se anticipan milagros. Hablamos de una Latinoamérica en donde se deterioran las instituciones por las convocatorias a referéndums y reformas que restringen las libertades.
Sobre esta realidad deben destacarse tres observaciones. A pesar de la característica vulnerabilidad externa de nuestras economías, vale la pena destacar que hablamos de países que por su institucionalidad son mucho más cerradas al comercio exterior que otras altamente conectadas con el exterior (ver Figura Dos).

Vale señalar que el coeficiente de apertura comercial de Singapur es hasta cinco veces mayor al promedio regional. Es cierto que el país asiático resulta una suerte de hub global. Pero la interrogante persiste, ¿por qué tan bajos coeficientes de apertura comercial en Latinoamérica? Y la respuesta implica mucho más que aranceles bajos. Y tiene además una conexión directa con siguiente gráfico (ver Figura Tres).

Comparándonos con países dinámicos como China (nación en desarrollo), donde la Tasa de Formación de Capital (inversión bruta privada y pública) alcanza establemente el 45% de PBI el último quinquenio, el círculo se cierra. No hemos entendido que el crecimiento de los indicadores sociales reflejan la tasa de inversión privada.
Como podemos observar en el siguiente gráfico, el quiebre de las libertades y la consolidación de una burocracia arbitraria y muy corrupta (con la excepción de Chile) nos pasa la cuenta y se refleja en indicadores de comercio e inversión incompatibles con tasas crecimiento mayores.

Sobre este punto vale reflexionar acerca del sobredimensionado rol otorgado a los recursos naturales en la región. El cuento de los marxistas latinoamericanos –para diagnosticar que somos tremendamente ricos ya– y que nuestra solución exige un estado intervencionista en dizque políticas públicas (o sea más marxismo), requiere sobredimensionar el valor de las materias primas.
Nadie le ha explicado suficiente y claramente a los electores venezolanos que sus años de bonanza reflejaban en realidad sus niveles de libertad política y económica en los sesentas. Y que estas libertades explicaban la inversión petrolera que construyó la pasada bonanza llanera.
Nadie le explicó a los venezolanos que huyen de su país que fue -el gradual y creciente sesgo marxista de sus gobiernos, desde Caldera hasta Maduro- la causa de su actual desgracia económica. Una realidad que fue sistemáticamente subestimada por sus intelectuales.
Pero la región no solo padece el declive venezolano. También Brasil, Argentina, México, Chile y Perú y los respectivos declives y estancamientos reflejan el mismo fenómeno. En medio de ciclos populistas y reformas estructurales, las opciones marxistoides –cada año mejor maquilladas– tuvieron su efecto. Si, cada país organizó su empantanamiento. Latinoamérica es la región donde nadie se desarrolla. Nadie es potencia global. Los milagros económicos son efímeros. Se trata de la región del planeta que recurrentemente abraza un credo político nocivo: El marxismo.

Pero si bien resulta el país mejor manejado y más sólido institucionalmente en la región, Chile tampoco está libre del efecto negativo del marxismo,
Sin embargo Chile es el país con mejor institucionalidad capitalista y el que tiene más renta por habitante porque sus recursos naturales benefician a su población. Es la fórmula de estado de derecho y capital (ver Figura Cinco).
Hemos titulado este gráfico en referencia a la fábula de la hormiga y la cigarra –aludiendo a la voluntad de trabajar de la primera y el ocio de la segunda–, porque Chile mantiene libertades económicas superiores al promedio regional, que permiten que más chilenos progresen y se diferencien del resto de cigarras regionales. Pero si bien resulta el país mejor manejado y más sólido institucionalmente en la región, Chile tampoco está libre del efecto negativo del marxismo, tal como lo vemos en el reciente estallido social que ha desembocado en la convocatoria a una constituyente. Resulta increíble que persista esta nociva influencia pese a los avances económicos y sociales.
Cierro esta revisión de las cifras latinoamericanas post 1960 estableciendo que el retroceso económico regional es un fenómeno de largo plazo. Que tenemos más de una década perdiendo la oportunidad otra vez como sugiere la nota del Fondo Monetario Internacional aludida al inicio de estas líneas. Es decir, alejándonos del mundo desarrollado. Nuestros productos por persona, a pesar de las mejoras reales absolutas de algunos países, empeoran cada vez más (Ver Figura Seis)
Referencias
Dornbusch, R. y Edwards, S. (1989) Macroeconomic Populism in Latin America, NBER Working Paper No. 2986 (Also Reprint No. r1543)
Fondo Monetario Internacional, Country Focus: Recovery in Latin-America and the Caribbean Has Lost Momentum. October 17, 2018. https://www.imf.org/en/News/Articles/2018/10/17/NA101718-Recovery-in-Latin-America-and-the-Caribbean-Has-Lost-Momentum
Marx, Karl, 1818-1883. (1959). Das Kapital, a critique of political economy. Chicago: H. Regnery
Sowell, Thomas, 1985. Marxism: Philosophy and Economics, ISBN0688029639 (ISBN13: 9780688029630)

