Bolívar y el pensamiento bolivariano

Por: Cecilia Bákula

 

Dentro de la esfera americana, Bolívar destaca como un ideólogo cuya línea de pensamiento político evoluciona de acuerdo a su propia madurez personal y conforme la situación de la libertad se iba logrando militarmente y asentando desde el punto de vista administrativo. Serán las desilusiones y las derrotas las que se convertirán en una catapulta de energía y vigor para llevar adelante una auténtica hazaña que —pensada en términos de nuestro territorio y de los pocos elementos con que contó a nivel de tropas, ayuda y armamento— se compara a las que libraron Julio César y Napoleón.

Bolívar vivió solo 47 años y peleó 472 combates, por lo menos 80 de ellos de gran importancia, habiendo sufrido derrotas en solo seis oportunidades; incluyendo la pérdida de Puerto Cabello, que le significó, a nivel personal, una íntima deshonra y una inolvidable vergüenza. En su vida conoció tanto los honores como la tristeza, el exilio, la soledad, el abandono y, sobre todo, la mezquindad y la falta de compromiso de sus a veces aliados, a veces amigos, a veces seguidores y traidores. Encontramos en esta apasionante personalidad una singularidad absoluta, pues si bien podemos identificar un ego crecido y una voluntad de que se notara su presencia, jamás pensó en conquistar, solo en libertar a las naciones a las que veía con grave riesgo de sucumbir ante la renovada y fuerte presencia militar española.

Resulta de la mayor importancia descubrir la evolución de su pensamiento político, sin que ello signifique que mute entre grandes extremos; pero sí que muestra una madurez, producto de la experiencia política que va adquiriendo y del cada vez mayor conocimiento de la realidad de estas sociedades. El concepto orgulloso de la libertad de España fue siempre el principal motivo de sus denodados esfuerzos para hacer comprender el valor supremo de la libertad y la necesidad que él veía en que todos los pueblos y naciones americanas se unieran en una sola realidad política y administrativa. Una realidad que al final vio como imposible, por las múltiples diferencias entre los pueblos y, sobre todo, por la dificultad de encontrar a un sucesor que diera la talla de su inagotable creatividad y que pudiera, solo con la palabra, convencer al más ferviente opositor.

“Bolívar vivió solo 47 años y peleó 472 combates, por lo menos 80 de ellos de gran importancia, habiendo sufrido derrotas en solo seis oportunidades.”

El fracaso de Bolívar no se da en el campo de batalla. Era un militar aguerrido, audaz y casi impredecible en las decisiones con que llevó a sus diversos ejércitos a victorias insospechadas. El fracaso de su propuesta política no se encuentra en ella misma, sino en la incapacidad que se tuvo en su tiempo de asumir que la palabra libertad, no solo significaba romper el yugo con España, sino generar formas de vida libre para todos. Y como en muchas sociedades americanas, fueron los criollos los que impidieron que ese amplio concepto de libertad, de justicia e igualdad, se impusiera en su momento, al entender que eran ellos los merecedores de ocupar los cargos de privilegio que les eran retirados a los españoles. Y allí estuvo el fracaso; no en la gesta militar, sino en la incomprensión de la propuesta.

Cuando Bolívar sale hacia su destino final, en Santa Marta, sabe que su genialidad no ha sido comprendida y siente como pocos el abandono y el olvido, sin llegar a ser consciente de que serían ciertas las palabras de José Domingo Choquehuanca cuando en 1825 exclamó: “Con los siglos crecerá vuestra gloria, como crece la sombra cuando el sol declina”.

Para conocer su pensamiento político y entender la distancia de años luz que existe entre esa preclara producción intelectual y el atrevimiento “bolivarianista” de Chávez y Maduro, de considerar que su propuesta es la continuación del pensamiento bolivariano, basta con leer esos escritos fundamentales que nos muestran a un ideólogo nato, a un pensador que ha madurado sus propios deseos de organización política para América y que se permite pensar en grande, como grande era su capacidad.

De todos sus escritos, quisiera destacar: la Carta de Jamaica, fechada el 6 de setiembre de 1825; El discurso ante el Congreso de Angostura de Febrero de 1819 y el proyecto de Constitución Vitalicia de diciembre de 1826.

Si bien su testimonio escrito es vasto, estimo que estos son los documentos en donde se plasma su pensamiento político y en los que se puede ver su evolución. En la Carta de Jamaica, el Libertador expone los argumentos en los que sustenta su ideal político, haciendo énfasis en la manera como se había impuesto la dominación española, marginando del todo a los naturales y criollos. En el Discurso de Angostura vemos a un lúcido ideólogo que plantea las razones objetivas de su lucha y propone ya un sistema de gobierno en el que incluye un “poder moral”, en razón del desorden interno de las sociedades, dañadas por las costumbres que había impuesto España y la carencia de orden con que ellas crecieron. En la Constitución Vitalicia, que fue desde un primer momento mal entendida y rechazada por muchos, como Santander, al imaginar que los privilegios que se habían arrogado, les serían arrebatados por la misma mano de Simón Bolívar. Fueron esa mezquindad y los deseos personalísimos los que evitaron que la libertad lograda en el campo de batalla y sellada en Ayacucho pudiera consolidarse con un sistema político transitorio mientras maduraban las formas internas.

“Cuando Bolívar sueña con su patria, no solo sueña con su Venezuela natal; sueña con la patria americana y con la puesta en marcha de sistemas políticos en donde a los valores morales y de conducta asigna una especial importancia.”

Hay un aspecto en el que el Libertador va a mantener una visión constante. Es respecto a la unidad de las naciones de América, para hacer sostenible la lucha contra España, para convertir a estas tierras en una gran potencia, capaz de equipararse con cualquiera otra y poder establecer acá, con sustento y riqueza, sus ideales de libertad que implicaba más que el éxito militar, una vida en equidad, justicia e igualdad para todos, incluyendo los esclavos y los pueblos originarios de estas tierras. Un sistema que permitiera a los ciudadanos ser virtuosos, instruidos y educados.

Cuando Bolívar sueña con su patria, no solo sueña con su Venezuela natal; sueña con la patria americana y con la puesta en marcha de sistemas políticos en donde a los valores morales y de conducta asigna una especial importancia.

Es por ello que al leer en el Discurso de Angostura frases como “Dignaos conceder a Venezuela un gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral, que encadene la opresión, la anarquía y la culpa. Un gobierno que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz. Un gobierno que haga triunfar, bajo el imperio de leyes inexorables, la igualdad y la libertad”, comprendemos cuán lejos está ese preclaro pensamiento del uso que el chavismo ha querido darle. La propuesta venezolana de hoy agrede y mutila el pensamiento contundente y precoz de Bolívar, quien, sin duda, no se vería para nada representado en el remedo de sus palabras y en el deterioro de su pueblo.